¿Quién soy?

Hola.........
¿Qué decir?.........
Hummm... Bueno empezare como siempre...
Mi nombre es Luissy
Tengo 18 años
Soy orgullosamente de mi hermoso país Panamá
Adoro la saga twilight
Mi chico ideal es Edward Cullen, tengo la esperanza de encontrar uno parecido a él, ya que sé que no hay dos como él.
Amo escribir... Espero ser escritora, pero antes si Dios me lo permite estudiare Mecánica de Aviación. (Dios quiera pronto), pero por ahora estudió Lic. en Matemáticas.
Mis fics se basan en loqueras que se me ocurren de pronto y quiero plasmarlas...
Dos son de la mafia....Jajajaja....No sé ¿Por qué? pero adoro escribir de la mafia.
Una noche de San Valentín es más triste... :( Y uno que prontísimo subiré es más malévolo, pues nuestro Edward será un malvado.... :s
Mis libros favoritos: Raios! son tantos que tendría que hacer una larga lista...
Mis autores favoritos: Son muchos pero los que adoro con el alma son; Paulo Coelho, Lucy Monroe, L.J. Smith, Megan Cabot, Lynne Graham, Stephenie Meyer, Gabriel García Márquez, Anne Rice...¡UF! entre otros.........
Mis películas favoritas: Allí si soy muy selectiva pues son pocas las que me convencen. Bueno mis super favoritas son; Titanic, Twilight, Si tuviera 30, Corazón de Tinta, Troya, El Señor de los anillos.
Mis series favoritas: Grey's Anatomy, Smallville, Los caballeros las prefieren brutas, Dr. House y La ley y el orden: Unidad de víctimas especiales.
La música...Hummm.... Escucho de todo un poco....

Las cosas que amo con todo mi corazón: A Dios sobre toda las cosas, a mi Madre( La adoro y ella es mi inspiración), a mi familia, amigos....Amo la vida, reír, llorar, gritar, cantar,bailar, escribir, compartir, molestar y sobre todo poder ayudar a alguien cuando lo necesita.
Tengo tantos sueños y espero poder alcanzarlos todos con la ayuda de Dios....
Creo que hay que disfrutar la vida porque lamentablemente no somos inmortales como los vampiros...Sólo es una y hay que vividla al máximo...
Lu393..............


sábado, 13 de noviembre de 2010

Adelanto del Tercer Capítulo de ¿Estéril?



—Todo está listo Isabella—dijo el médico sentándose junto a la camilla.—En quince minutos entras a quirófano.
—Quiero ver a mi esposo por favor.—pidió aferrándose a la mano del doctor.
—Claro—dijo este saliendo de la sala de recuperación.
Pasaron dos agónicos minutos cuanto vestido con un uniforme verde, entraba su esposo a la sala.
—Cariño todo saldrá bien—susurro besando los dedos de su mujer.
—Edward...—murmuro Isabella mirándolo fijamente.—¿Qué pasaría si no puedo darte los hijos que tantos deseas?—preguntó con un nudo en la garganta y lágrimas en sus hermosos ojos chocolates.

Desesperación


Capítulo II

Desesperación

Los personajes pertenecen a la fabulosa S.M., la trama me pertenece.

Me gustaría huir de ti. Pero si no vinieses corriendo a encontrarme, me moriría-

El olor del alcohol la trajo a la realidad. A su lado se hallaba una enfermera con aspecto amable quien en silencio le entrego un vaso de zumo de frutas.

—Gracias—bebió con manos temblorosas el contenido del vaso.

Su maravillosa vida había dado un giro de ciento ochenta grados. Sus sueños de ser madre y tener la familia que deseaba se esfumaron, deseaba poder echarse a llorar y no pensar en el dolor tan agudo que la estaba aplastando.
Cerro los ojos inspirando: unas, dos, tres veces, ansiaba que todas las palabras de Seth fueran producto de un espantoso sueño, sólo eso.

—¿Cómo te encuentras?—preguntó Seth, tomando el brazo de Isabella para poder medirle la presión.
—Pues.....-dudo un instante-No demasiado bien. Mi vida se está desmoronando y no puedo hacer nada para impedirlo.
—Puedes hacer muchas cosas, por ejemplo: operarte.—indicó el médico, con una sonrisa tensa.—Y sacar fuerzas para afrontar está enfermedad.
—¿Cuándo puedes operarme?.
—En una semana para ser específicos, necesito el consentimiento de Edward, pues él es tu familiar más cercano.
—Por favor Seth no le digas nada—rogó desesperada—Quiero ser yo quien se lo diga, por favor...
—Sólo te doy un día Isabella, o tendré que hablar con él.
Asintió aturdida.

Al llegar a casa marco al celular de su marido quien respondió al primer timbrazo, preocupado por la voz suplicante de su mujer decidió cancelar todos sus compromisos para poder regresar pronto a su lado y saber que sucedía.

Edward se mantuvo inquieto todo el trayecto, seguro de que algo andaba mal con Isabella. Su dedica esposa jamás lo llamaba cuando estaba consiente de sus importantes reuniones, y menos que volviera el mismo día que hubo salido.

—Necesito que vuelvas a casa pronto, por favor. . .—recordó como el susurro fue interrumpido por un sollozo.

El jet aterrizó a las nueve de la noche en un ala privada del aeropuerto. Ya en tierra y tras el volante de su precioso Lamborghini gris manejo lo más rápido posible hasta su hogar, decidido ha averiguar que es lo que ocurría.

Aparco el auto frente a su casa, que se encontraba a oscuras. Camino directo a la recámara principal, lo que encontró hizo que su corazón se oprimiera de dolor.

Su mujer se hallaba tendida en el suelo envuelta en una toalla en posición fetal, ahogando el llanto y los gritos que pugnaban por salir en un puño contra su boca. Tenía el rostro pálido y los ojos rojos e hinchados de tanto llorar.

En silencio se acerco y la tomo en sus brazos, acunucandola como si se tratase de un bebé. Aspiro la dulce fragancia que emanaba de ella y con sus labios borro dos solitarias lágrimas que caían por sus mejillas.

—Edward—murmuro su mujer apretando su mano con fuerza.
—¿Qué sucede?—quiso saber Edward, acariciando su nariz.
—Está tarde he ido donde Seth y me ha dado malas noticias respecto a mi salud—respondió ella cerrando los ojos con fuerza.
Al sentir el silencio y la tensión del cuerpo de su esposo, decidió seguir hablando.—Tengo un tumor, se formo en mis ovarios por una enfermedad que padezco.
—¿Cómo que estás enferma y no me lo has dicho, en qué estabas pensando?—dijo él embargado por la emoción.
—No lo sabía mi amor, soy una estúpida lo sé.—sintió un dolor en el corazón que amenazaba con hacerla añicos.—Padecía fuerte dolores en mis períodos menstruales, como también cuando me aproximaba a ellos, eran fuertes pero pensé que eso era completamente normal, ahora sé que no es así.
—Isabella debiste decírmelo, si hubiéremos actuado rápido...
—La enfermedad es incurable, el tumor hay que extraerlo lo antes posible y allí sabremos si es benigno o maligno, aunque como dice Seth la mayoría de los casos son benignos.—Contarle aquella realidad a su marido le estaba matando de miedo y dolor, trataba de reprimir las lágrimas pero están salían como si de una cascada se tratará.

Enferma....Su preciosa Isabella estaba enferma. ¿Cómo había sucedido aquello sin que el pudiera hacer algo para impedirlo?; se preguntaba mirándola desecha en sus brazos como una muñeca de trapo.
Iba a luchar con ella, decidió. No permitirá que nada le sucediera, haría hasta lo imposible para sanar un poco de su dolor.
—Tienes que luchar—susurro Edward con un nudo en la garganta.—Juntos vamos a superar está prueba Isabella.
Beso sus rizos estrechándola contra su cuerpo, ahora que era consciente de la enfermedad le parecía más frágil que antes.
¡Cómo demonios no lo noto!
—Te necesito tanto—dijo ella sollozando .—Hazme el amor, por favor. . .—pidió besando la curva de su cuello.
Edward la levanto en sus brazos, mientras desabrochaba sus pantalones y sin preámbulos la penetro fuerte y profundamente, el grito de ambos rezono en toda la estancia.
—Oh amor mío, te amo tanto—musito besando su bonito rostro, al tiempo que la embestía con suavidad. —Siempre tan húmeda y lista para mí.—murmuro colocándola en el frío suelo.

Beso su boca con pasión, pasando sus dedos por los pezones erectos de ella que parecían querer reventar de lo duros que se encontraban, con suma delicadeza bajo sus labios al valle de sus senos y paso la lengua por él y por sus pezones con devoción, haciéndola que se volviera loca de deseo cada vez que mordisqueaba sus pezones.

Él se detuvo tomándola con delicadeza y colocándola a horcadas sobre él.—Cabalga para mí.—siseó Edward sintiendo como las paredes del sexo de su esposa apretaban su falo.

Isabella se apoyo en su duro pecho, moviendo sus caderas en forma circular siendo consciente de que esto lo volvía loco de deseo. Quería entregarle su cuerpo, su alma, cada latido de su corazón y cada suspiro que daba. Lo amaba tanto que hasta le dolía, su amor por aquel hombre no tenía límites, él era su vida, su razón de existir.

—Preciosa—susurro su marido tomando un pezón con su boca. Isabella sintió un fuego poderoso que atraveso todo su cuerpo, y queriendo tardar el inminente orgasmo bajo la velocidad de sus movimientos, torturandose así ambos.

Ella pudo observar como se le tensaban los músculos de la mandíbula en un esfuerzo por controlarse, le encantaba hacerlo perder el control.

De repente Edward la agarró fuertemente por la cintura, obligándola a marcar un ritmo más violento de subidas y bajadas. Hasta que de repente, su pobre sexo ya no pudo aguantar más, y se fue con violentos espasmos entorno al falo de su esposo. Uno de los mejores orgasmos de su vida, una explosión de placer desmedida, combinada con un sentimiento poderoso más fuerte que ella. Edward también se alcanzo el orgasmo prácticamente a la vez, vaciándose dentro de ella.

<<>> pensó Edward apretándola contra su pecho, tratando de recuperarle el aliento. La explosión lo había dejado cansado y satisfecho, necesitaba saber que esa mujer era solamente suya, que estaba allí a su lado en ese instante y lo estaría para siempre. Sencillamente no tenía palabras para describir todo lo que Isabella despertaba en él, pensando en esto se quedo dormido.

La luz del amanecer se colaba por las ventanas del dormitorio cuando Isabella despertó, sonrió al ver que yacía sobre el pecho de su esposo.

Saber las consecuencias de su enfermedad la tenía destrozada, después de Edward lo que más deseaba en el mundo era poder convertirse en madre y parecía que la vida le estaba quitando ese derecho. Le dolía no poder ofrecerle a su marido una familia, lo que ambos tanto anhelaban.
¿Y si su matrimonio perdía fuerza si no podía concebir? ¿Soportaría Edward no tener un hijo propio?. Sacudió la cabeza alejando aquellos pensamientos que no la ayudaban en nada, se obligo solo a pensar en recuperarse y pronto, todo saldría bien si su razón de existir o sea Edward estaba a su lado.

Beso el pecho de su marido con fervor, y este se removió gruñendo y apretándola más contra él.
—Buenos días amor—murmuro Edward besando los labios de su esposa.—Que maravilloso es despertar así—comento acariciando los glúteos de Isabella.
—Te amo. . . Te amo. . .—intentó decir Isabella abrumada por el deseo.
Edward volvió a hacerla suya a la luz del sol y juntos alcanzaron un cielo rodeado de estrellas.

Se ducharon juntos; entre besos y caricias volvieron a amarse bajo el agua caliente de la ducha. Edward preparo el desayuno: unos ricos emparedados, huevos revueltos, fruta fresca y dos tazas de café bien cargado algo que le encantaba a su esposa. Como Isabella estaba demorando un poco aprovecho para llamar a su amigo Seth y concretar una cita con él en la tarde, debían actuar rápido quería que el peligro pasará.

—He llamado a Seth mientras te vestías y concernamos una cita a las dos de la tarde—informo Edward a su esposa quien se veía radiante con unos vaqueros ajustados y una blusa lila.
—Está bien—dijo Isabella mordiendo el emparedado.—Esto es delicioso.
—Gracias.
—¿Cómo te sientes respecto a esto, Edward?—pregunto en voz baja Isabella temiendo su respuesta.
—Impotente por no haberme dado cuenta a tiempo.—respondió este con una mueca de dolor.
Isabella apretó su mano con fuerza.
—No tienes la culpa de esto amor, nadie la tiene quizá un poco yo por no acudir al médico cuando los dolores se hacían insoportables, pero era tan feliz que no quería que nada dañara eso y los aguantaba como podía.
—Mi vida ahora que sé todo lo que has sufrido, no lo puedo soportar.—susurro su esposo.
El temible hombre de negocios Edward Cullen sólo se mostraba vulnerable frente a su esposa; ella era su aire para respirar, no se permitirá ni siquiera imaginar estar sin ella.
—Como ya te he dicho nadie tiene la culpa de esto, no te preocupes, está prueba la vamos a superar, ya verás.—Isabella e imploraba a Dios en silencio para que fuera así.

Unas horas después, se dirigían en el Volvo de Isabella hacia el hospital. La enfermera encargada al verlos los hizo pasar de inmediato.

El doctor sonrió al verlos, y rápidamente sometió a Isabella a un examen abdominal pélvico donde se pudo ver el tumor y explico a la pareja su tamaño, y los riesgos de su ubicación.

—Si hay peligro debemos quitar el ovario donde se encuentra el tumo.—explico Seth quitando con una toalla el líquido pegajoso del vientre de Isabella.
—Eso quiere decir que no podre tener hijos.—dijo ella en un susurro, desviando la mirada de su marido para no ver el rechazo.
—Estás equivocada, quitar un ovario no significa que puedas quedar estéril.—le informo con paciencia el médico.—Con un solo ovario puedes tener hasta tres hijos.
Oyo a su marido suspirar complacido.
—Voy a sacar cita en el quirófano para el próximo lunes, quizá a esta hora te estaré operando.
—¿Cuánto tiempo tardará la operación?—inquirió Edward mirando preocupado a su mejor amigo.
—No más de una hora, si no hay complicaciones.
—¿Es todo?—preguntó Isabella.
Sé sentía nerviosa y ahogada en el grande consultorio.
—Por ahora sí, en dos días debes venir a practicarte los examenes de rutina.
—Gracias Seth—dijo Edward estrechando su mano.

El camino de regreso hacia su casa fue en perfecto silencio. Edward trataba de ordenar sus pensamientos y buscar maneras de hacer sonreír a Isabella que se veía muy decaída, luego de la visita al médico.

En tanto Isabella recordaba con dolor el suspiro aliviado que había dado su marido en el consultorio cuando Seth les había informado que si las cosas salían bien ella podría darle hijos.
¿Qué significaba ese suspiro de alivo? ¿Se terminaria acaso su perfecto matrimonio, si no podía concebir?. Ahogo sus lágrimas para más tarde, no soportaría llorar delante del amor de su vida.



Lu393


sábado, 6 de noviembre de 2010

Avance del segundo capítulo de ¿Estéril?

Enferma....Su preciosa Isabella estaba enferma. ¿Cómo había sucedido aquello sin que el pudiera hacer algo para impedirlo?; se preguntaba mirándola desecha en sus brazos como una muñeca de trapo.
Iba a luchar con ella, decidió. No permitiría que nada le sucediera, haría hasta lo imposible para sanar un poco de su dolor.
—Tienes que luchar—susurro Edward con un nudo en la garganta.—Juntos vamos a superar está prueba Isabella.
Beso sus rizos estrechándola contra su cuerpo, ahora que era consciente de la enfermedad, le parecía más frágil que antes.
¡Cómo demonios no lo noto!, se recriminó apretándola más contra su cuerpo.
—Te necesito tanto—dijo ella sollozando .—Hazme el amor, por favor. . .—pidió besando la curva de su cuello.
Edward la levanto en sus brazos y sin preámbulos la penetro fuerte y profundamente, el grito de ambos resono en toda la estancia.
—Oh amor mío, te amo tanto—musito besando su bonito rostro, al tiempo que la embestía con suavidad.

¿Estéril?


Capítulo I

Los personajes pertenecen a la fabulosa S.M., la trama me pertenece.

Malas Noticias.

El hilo de la vida se aflojaría si no fuera mojado con algunas lágrimas.
Pitágoras.


—Ojalá no te fueras—se oyó decir Bella acariciando los bellos que cubrían el fuerte pecho de su adorado esposo.

Isabella Cullen, reposaba tendida sobre el musculoso cuerpo de su marido. Suspiró de satisfacción al revivir el apasionado encuentro. Su corazón se hallaba henchido de tanto amor compartido.

—Odio dejarte sola amor, pero como bien sabes se necesita mi presencia en esa reunión—comento con voz ronca su marido.

Edward Cullen, un hombre temible y respetable en el mundo de los negocios. Con quien Isabella llevaba tres años de casada y a quien le había entregado su cuerpo, alma y corazón; odiaba dejar sola a sus esposa por negocios.

Bella estaba fascinada y encantada, su preciado matrimonio marchaba tan bien que no se lo podía creer.
Cerrando los ojos recordó como lo conoció.

.................Recuerdos................

Fue una tarde lluviosa en las calles de Paris, lo vio discutiendo acaloradamente con un hombre que con malicia había intentando robar el bolso de una viejecita. Su hermoso rostro cubierto por un humor sombrío lo hacia ver más atractivo todavía, sus músculos en tensión parecían esperar la orden de su dueño para lanzar el primer golpe, que nunca llego porque el malevolo ladrón en una reacción instantánea clavo un arma blanca en un costado de la cadera, del precioso seductor.

Tembló al recordar su desesperación al llegar a él y los gritos de miedo que profirió hasta que se digno en llegar una ambulancia.

Isabella nunca había estado en un hospital tan impresionante, pero nada de aquello importaba. Impaciente caminaba de un ladro a otro a lo largo del pasillo ubicado en el ala de cirugía donde el hermoso héroe llevaba intervenido al menos dos horas confirmo observando su barato reloj.

Cansada de dar vueltas camino con paso firme hacia la recepción donde varias enfermeras atendiendo teléfonos, mientras otras esperaban los llamados de los pacientes.

—Podría informarme sobre el estado de salud del señor que hace dos horas está en quirófano—Isabella no reconocía su voz.
—Un momento joven—pidió la enfermera revisando los datos en el computador.—El señor Cullen no ha salido todavía de la cirugía.
—Sabe usted cuando saldrá—inquirió Isabella pasando su temblorosa mano sobre su rostro.
—No joven, lo siento—dijo la señora comprensiva.
—Gracias.

Una o dos horas pasaron luego de que la joven de rostro sonrosado hablara con la enfermera. Se hallaba recostada en un sillón cuando un doctor vestido completamente de verde salio preguntando por los familiares del señor Cullen.
Sin pensárselo dos veces se levanto apresurada, preparándose para lo único que le salia fatal, mentir.

—Soy su prometida. . .Por favor díganme como se encuentra—rogó posando su mano en el brazo del doctor.
—El señor Cullen ha tenido suerte, ya que el arma blanca no logro perforar ningún órgano—explicó el médico.
La sensación de alivio que invadió a la chica fue tan sincera que se hecho a llorar de pura felicidad, el doctor acostumbrado a tales escenas le dio una palmada en la espalda mostrando una sonrisa.
—Puedo verlo—pidió la chica pensando que sería la ultima vez en la vida que lo vería, pues un hombre como él jamás se preocuparía por quien le había salvado la vida.
—Claro que sí—indico el médico conduciéndola a una habitación.

Apretando los puños a los costados de su cuerpo, temblando y muerta de nervios la chica abrió la puerta. El señor Cullen yacía tendido en la cama conectado a un sin fin de aparatos. Su rostro pálido y sus ojeras mostraban el fatídico trauma por el que había sido víctima, sin poder evitarlo recorrió con sus dedos las ojeras sintiendo la piel caliente del hombre más hermoso jamás visto en su corta vida.

No entendía que la había llevado hasta allí, quizá nunca lo sabría. Una fuerza poderosa la había impulsado a darle los primeros auxilios y acompañarlo hasta verlo seguro. Ya no tenía ninguna excusa para permanecer en aquel hospital, pero sin embargo sus pies parecían clavados y sus manos no dejaban de acariciarlo, deseaba tanto que abriera los ojos para saber que color escondían.

¿Serían azules, grises, dorados o verdes?. Con una piel tan blanca y bonita como la de él debían ser de alguno de aquellos colores pensó acariciando sus pobladas cejas. Era tan masculino y devastadoramente guapo, parecía un dios griego caído del olimpo.

—A...agu...agua—rogó inesperadamente el hombre apretando la traviesa mano de Isabella que se hallaba posada en su pecho.
—¡Oh!—gimió a causa de la sorpresa y soltando su mano apretó el botón de llamada a las enfermeras.

En segundos un gran equipo médico tenía rodeada la cama del hospital donde se encontraba el hermoso dios griego.
Isabella todavía no sabía porque esperaba en una esquina de la habitación, cuando decidió partir una voz ronca la detuvo.

—No te vayas—dijo tosiendo por el esfuerzo.
Como si se tratase de un imán camino mirando sus pies hasta la cama donde alzo la cabeza y pudo observar en todo su esplendor el rostro más maravilloso nunca antes visto en su vida.
—Gracias por salvarme la vida...
—Isabella—completo ella tragando el nudo que se había formado en su garganta.—Cualquiera hubiera actuado igual señor Cullen.
—No lo creo Isabella—tembló al escuchar su nombre.—Te recompensare por tu valor.
—Señor Cullen—pronunciar su nombre le quemo la piel—No he hecho esto con fines de lucro, jamás aceptaria su dinero.

Quería salir de allí lo antes posible, su mirada la tenía nerviosa. Sus ojos verdes no hacían más que analizarla y eso a ella no le gustaba.
Por qué diablos se había quedado, con tan solo llevarlo habría sido suficiente. Pero no, ella como siempre hacia lo que se le daba la gana y lo que su estúpido corazón le indicaba; ¿Cuándo utilizaría su cabeza? se preguntó clavando las uñas en la palma de su mano.

—Debo irme—sonrió pasando una maño por sus rizos chocolates—Me alegro de que se encuentre usted en mejor estado.
—Acaso te espera alguien—indago con una mueca de disgusto. Al ver que la joven no respondía se impaciento.—Responde
—Yo....ehh....no—tartamudoó. Su instinto le decía que diera media vuelta y se marchase de la habitación, pero sus pies y cuerpo parecían no hacerle caso a sus órdenes.
—Muy bien porque te quería pedir que te conviertas en mi enfermera particular—dijo con una sonrisa.
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Así recordaba Isabella el comienzo de su historia, juntos. Estirando sus brazos se paro de la cama no si antes besar el hombro de su marido que yacía aún dormido.

Como todas las mañanas cuando despertaba se dirigió hacia la cocina y preparo un cargado desayuno para los dos.
Mientras servía el café en las tazas sintió los fuertes brazos apretar su cintura y su nariz rozar la curva de su cuello.
—Huele delicioso como siempre.
—He preparado algo cargado para que el viaje te sea más ligero.
—Siempre piensas en todo amor—Edward beso con fervor, la espalda descubierta por el fino camisón—Eres perfecta.

Comieron platicando al tiempo que veían las noticias. Ella detestaba los viajes de negocios que realizaba su marido, pero con resignación los aceptaba. Sólo esperaba ansiosa su llegada, soñaba con el día que saliera embarazada para poder mantenerse ocupada y sobre todo tener algo suyo y de Edward, la mayor demostración de unión y amor, un hijo.

Lo beso con fervor cuando el helicóptero aterrizo en la casa y le deseo la mayor de la suerte en las negociación, de las cuales estaba segura saldría victorioso.

Paso el resto del día limpiando la casa, se había negado a tener una empleada domestica de tiempo completo cuando ella no trabajaba. Edward no estuvo de acuerdo pero no le quedo más remedio que aceptar que a su esposa le gustaba realizar los quehaceres para sentirse ocupada.

Entrada la tarde recibió la llamada del mejor amigo de su marido, Seth Clearwater un inminente médico de la ciudad, quien solicitaba su presencia urgentemente. Isabella estaba segura que quería hablarle de los examenes que se realizo tan solo hace unas semanas.

—¡Oh! Bella gracias por venir—dijo tan solo recibirla, ayundandola a sentarse.
—Sucede algo cierto—adivino por la máscara de preocupación del médico.—Sea lo que sea, dímelo Seth—susurro desesperada, cruzando las piernas.
—Padeces una enfermedad llamada endometriosis—observo los resultados de los análisis —Esta consiste en la aparición y crecimiento de tejido endometrial fuera del útero, sobre todo en la cavidad pélvica como...
—Al grano por favor.
—En tu caso este tedijo creció y a consecuencia produjo un tumor—termino el médico con un nudo en la garganta—La mayoría de las pacientes que padecen esta clase de tumores son benigno, muy pocas desarrollan cáncer de endometrio. Sólo se sabe si es benigno o maligno a la hora de extraerlo.—termino profesionalmente.
—Eso no es todo , ¿Cierto?—inquirió con voz apenas audible.
—Después que realicemos la operación debes tener ciertos cuidados para poder concebir, quizá tengas algunos problemas para lograrlo. Está enfermedad es incurable, seguirás padeciendo los dolores aunque disminuiran—el médico dio un sorbo a su botella de agua—Esto le sucede a la mayoría de las adolescentes, imagino que tienes tiempo de padecer los dolores y no querías contarselo a tu marido, lo entiendo. Ahora con veintiún años y sin revisión médica se formo lamentablemente este tumor.
—Dios. . .—susurro Isabella pensando lo estúpida que había sido al no acudir al médico pronto.
—Debemos actuar rápido—añadió Seth llenando varios documentos.—Cuando los hallas hablado con Edward llamame de inmediato.

Edward . . . su nombre retumbo varias veces en su cabeza. ¿Cómo se lo diria? ¿Quizá la abandonaría al creerla infertil?. Quizo morirse en ese instante.

Al ponerse de pie imagino su rostro enfurecido y desilucionado, con piernas temblorosas logro llegar hasta la puerta, pero al sentir la vibración de su teléfono celular que reposapa en sus manos y ver la foto de su esposo en la pantalla, sintió una oprecion espantosa en el pecho y en segundos todo se volvio negro.